miércoles, 2 de marzo de 2016



Hola a todos los que tenéis el placer de acceder a este blog.
Este mes tenemos regalo especial: sale de la pluma de nuestros jóvenes creadores tras una propuesta de clase. Los que siguen son solo unos ejemplos. Disfrutad de su lectura.



 HISATORIA DE UN SINTAGMA

Soy el más directo de mis compañeros, a veces voy, a veces vengo, siempre busco el momento, pues soy el complemento directo.
Si mi madre la oración, es transitiva, voy a donde ella me diga, da igual el lugar, pues con mis hermanos bien acompañado voy a estar.
Soy muy versátil, en todos lados puedo estar, puedo ser un sujeto paciente o en el predicado verbal estar, todo es practicar.
Últimamente me siento muy alegre, puedo ser un coche o una tele. A ti te puedo llevar, o estando en el sofá te puedo hacer reír o llorar, pues no hago más, que a mi hermano el verbo complementar, por que esa es mi función, esa es mi verdad.
Tengo un hermano preferido, pero es muy irregular, aunque nos compenetramos muy bien, él es el complemento indirecto, él sabe a quien molestar. Él va al quien, yo voy al que, pero nos llevamos bien, aunque a veces no nos podemos ver.
Soy un reconocido complemento de renombre, básicamente por que si mi madre es pasiva, cambio de nombre. Soy el sujeto paciente, aunque no puedo esperar a que me escribas y me leas...
Luis Miguel



Historia De Un Sintagma

Hola a todos, yo soy Don Simpático, una palabra de la Real Academia Española. Somos una familia muy numerosa. Tengo varios hermanos: atractivo, gracioso, cordial, amable, agradable, cariñoso… algunos hermanastros como antipático, seco, brusco, grosero, desagradable, odioso… y gran cantidad de primos. Llevamos una vida muy ajetreada, me escriben, me tachan, me borran, me dicen gritando, susurrando; no paramos, aunque no nos podemos quejar, lo pasamos muy bien. Pero tengo un problema, os quedaréis alucinados, no sé quién soy. Desde hace un tiempo me siento raro, no encuentro mi finalidad, no sé qué puedo aportar ni para qué valgo. Tras darle muchas vueltas he tomado la decisión de darle sentido a mi vida, y descubrir quién soy por todos los medios. Me he puesto a investigar y de entre todas las opciones he empezado por un colegio.
Qué casualidad, justo ahora empieza el curso escolar, y me he colado en una mochila roja que había en un asiento de un autobús. Al llegar a clase todos los niños estaban muy alterados, gritaban, se movían mucho, tiraban sus mochilas por todas partes, por lo que acabe en una gran mesa antigua de madera. De repente se escuchó un gran golpe y todos los niños se callaron, acababa de entrar el profesor. Empezaron a dar todo tipo de clases, matemáticas, religión, plástica… pero ninguna resolvía mi problema. Estaba a punto de irme cuando apareció la profesora de lengua, que por lo que pude ver en su agenda, se llamaba Fátima.
Me quedé en la clase, tuve el presentimiento de que algo bueno iba a pasar. Comenzó la explicación, el tema eran los sintagmas. Era un tema muy interesante, me llamaba la atención, y poco a poco, fui encajando piezas. Descubrí infinidad de cosas, resulta que yo soy un sintagma adjetival, mi función es la de complementar palabras que actúan como nombre, y así darlas una cualidad. También, aprendí que puedo ir acompañado de artículos, preposiciones, cuantificadores…
Seguí yendo a ese colegio, Nuestra Señora De Gracia, y con el paso del tiempo me fueron enseñando infinidad de cosas no solo acerca de mí, sino de toda mi familia. Ahora sé que mis hermanos son sinónimos, mis hermanastros antónimos, y mis primos pueden ser desde complementos preposicionales hasta atributos. He conseguido darle sentido a mi vida, y esta comienza con las oraciones. Irene de Pedro


HISTORIA DE UN SINTAGMA
Érase una vez un sintagma que estaba dubitativo, porque no sabía con que complemento irse.
Por una parte me quería ir con el complemento directo, pero el complemento indirecto continuamente estaba lanzándome indirectas... Así que me fui con el atributo, pero el suplemento decía que porque le suplía por otro, y se fue diciendo que él era único y que iba con sus dos amigos "atreverse a" y "quejarse de". Para que no se enfadase el suplemento, me fui con el complemento predicativo que puede "cambiar" y "adaptarse" si viene alguien. Pero el complemento circunstancial de modo se enfadó con los dos, porque decía que el no puede cambiar y no iba a dejar que me juntase con un "cambia pieles".
Con todos los que me iba juntando se iban enfadando, e iban pasando las horas...; y como me puedo adaptar a todos los complementos y todos estaban enfadados, se me ocurrió hacer una oración con cada complemento y dejárselas en el buzón a cada uno la suya, e invitarles a mi fiesta para estar todos juntos.
Empecé por la casa de los complementos circunstanciales:
"Debido a las circunstancias os invito a mi fiesta de cumpleaños (digo esto porque será el comienzo de una vida feliz): ¿Dónde? En mi caja. ¿Cuándo? Mañana. ¿Cómo? Mediante sintaxis. ¿Cuánto? Cuanto quieras llevar. ¿Con quién? Con todos los complementos. ¿Con qué? Con lo que quieras. ¿Me lo afirma? Por supuesto. ¿Me lo niega? Creo que no. ¿Debo de dudar? Tal vez no."
La siguiente la de los hermanos directo e indirecto:
"Con motivo de enfados os invito a la renovación de nuestras vidas: A mi fiesta son invitados."
En tercer lugar iré a la de los primos complemento agente, predicativo y preposicional:
"El fuego es apagado por los bomberos y a mi fiesta sois invitados para limar asperezas."
Llegué a la casa del atributo, que tenía de alquiler al suplemento. Así que ¡allá vamos!:
"Para no atribuir a la suplencia de nadie os mando esta carta en invitación a mi fiesta: Este enfado es un sinsentido y yo debo calmar la situación."
Una vez mandadas (y creo que no me olvido de nadie) tendría lugar la fiesta.
Llegó la hora y en la fiesta se hablaban muy pocos complementos, entonces di mi discurso y todo volvió a la normalidad.
Conseguí con el paso del tiempo dividirme en varios sintagmas y mis amigos los complementos estaban todos contentos.
El "padre" y la "madre" de los complementos (sujeto y predicado) junto con el hermano pequeño (complemento del nombre) estaban contentos, porque vieron más felicidad.
Roberto



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