jueves, 3 de noviembre de 2022

 

(Texto propuesto) Todos estaban esperando en el andén, mirando de frente como una masa de autómatas. Día tras día. La muchacha se aproximó a la línea amarilla. De refilón logró ver a la otra chica, la que cada día coincidía con ella, la que parecía observarla con un disimulo mal logrado. Giró la cabeza. En el luminoso anunciaban tres minutos para la llegada del siguiente tren. Miró su reloj en la muñeca. Le quedaban 25 minutos para llegar a clase. Se separó del andén y volvió a observar a su derecha. La chica se había separado también. Inesperadamente, alguien pasó corriendo entre sus propios pies y el límite del andén. Se sobrecogió. Eso hizo que pensara en que estaba demasiado alterada y que no era bueno. Debía hacer algo. Seguir así más días era absurdo...

(Continuación de Diego Orozco) ...Entonces a un instante de que el tren llegara a la estación, la chica que se encontraba a su lado se dejó caer a las vías del metro. A nadie le dio tiempo de reaccionar ante la escena. Nuestra protagonista solo pudo sentir las gotas de sangre que tocaban su rostro como una suave lluvia. En un solo instante toda la estación se inundó de gritos y pánico. Natasha, nuestra protagonista, se encontró de pronto en el suelo, arrodillada, estupefacta ante el cadáver medio desmembrado de aquella chica que ni siquiera conocía; mientras, de sus ojos brotaban lágrimas. Las autoridades que se encontraban atendiendo tan grotesca situación, intentaban levantar a Natasha del suelo y a la vez se encontraban limpiando los pedazos de la fallecida de las vías…

(Cierre del blog) Esas eran las imágenes que la muchacha llevaba días soñando, solo que la mujer cuyos restos retiraban... ¡era ella misma!



CHICOS, YA TENÉIS EL SIGUIENTE TEXTO PUBLICADO.

¡A POR ELLO!

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