lunes, 23 de abril de 2018


Indecisión        2º B
            Miré hacia un lado y hacia el otro y me di cuenta de que aquello era desconocido para mí… Sentí la sensación de ser libre, como el mar, la libertad para mí era algo que no era fácil de conseguir, era como un sueño. Era una cosa rara que no había sentido antes, pero me gustaba, era algo que no había experimentado en otro momento. Entonces, cuando creía que no podía ser mejor, lo vi a él y sentí que todo ese paraíso había mejorado mil veces más. Me miró y me encantó, sus bellos ojos y su manera de mirar a las personas, animales, me vuelve loca. Entonces pensé en hablarle, pero me daba vergüenza, él se veía muy guapo, apuesto y con actitud, y yo era una simple chica con la que solo había tenido contacto visual, pero tuve valor y fui a hablar con él, solo podía verlo a él, era como si el mundo se parara y solo fuéramos él y yo, me perdía en su mirada como una tonta enamorada, pero de repente me tropecé y él me cogió entre sus brazos como si fuera un superhéroe o, mejor dicho, mi amado de ojos claros. En ese momento sentí mis mejillas arder, ¡cómo temblaba de lo nerviosa que estaba! Inconscientemente tocaba sus brazos para saber si todo lo que había pasado era cierto. Él lo notó y solo me dedicó una tierna y única sonrisa. Tartamudeando le di las gracias, quería salir corriendo, pero cogí valor y le dije que si podía invitarle a comer como agradecimiento…


Una vez más.     1º ESO Apoyo

Miré hacia un lado y hacia el otro y me di cuenta de que aquello era desconocido para mí…. Pero poco a poco empezamos a conocernos más. Después de un rato, él me habló y me di cuenta que sabía mi nombre. Más tarde descubrí que era un detective privado. Sí, era uno de aquellos a los que pagan para investigar a la gente. Trabajaba para el CNI y le habían encargado un trabajo. Tenía que sonsacarme una información secreta, ya que yo trabajaba para el gobierno. Desde hace unos días, me siguen a todas partes y eso me estaba empezando a mosquear. El detective parecía un perrito faldero. Un día me siguió hasta los baños del restaurante donde comíamos mi compañero y yo y aproveché para despistarle, y escapar hacia el coche. Después de un rato conduciendo sin destino fijo, asustado, el teléfono sonó. No, no fue el teléfono, era el despertador. Rápidamente salí de la cama, me vestí y me di cuenta de que el sueño no era desconocido para mí.



Yidam        2º ESO Apoyo

Miré hacia un lado y hacia el otro y me di cuenta de que aquello era desconocido para mí…. Jamás había visto semejante animal, tan grande. Por un momento me dio miedo. Pensé que este animal no iba a poder conmigo. Trabajaba en el circo. Era mi primer año como domadora. Sí, me daba algo de miedo pero me di cuenta de que no tenía dientes. Por tanto me relajé y empecé a reír. Después de una hora me tocó darle de comer. Me acogió muy bien cuando le acaricié el pelo después de darle su comida. Su antigua domadora le había enseñado a relajarse cuando entraran a darle de comer y beber. Pensé en ponerle un nuevo nombre. Consideré llamarle Yidam por unos amigos musulmanes que conocí hace unos años. Después de un tiempo, el animal empezó a responder a su nuevo nombre. En pocos días empezó a realizar nuevas acrobacias y su espectáculo iba a ser muy bueno. Al cabo de unos meses, como era de esperar, Yidam se convirtió en la principal atracción del circo. Un día, un hombre, muy bien vestido con traje y corbata, se dirigió hacia mí y me ofreció una gran cantidad de dinero por Yidam. Por supuesto, yo la rechacé y le invité a marcharse. El tipo, visiblemente enojado, desapareció. Al cabo de un rato, fui a ver al león. Era la hora de alimentarle. Comió, bebió. Me fui a descansar. No había amanecido todavía cuando el teléfono sonó. El mensaje era claro. Yidam había desaparecido. Su jaula estaba vacía……


Indefensión        2º A Referencia

Miré hacia un lado y hacia el otro y me di cuenta de que aquello era desconocido para mí…. Solo veía la línea dl horizonte. Junto a mí había una piedra enorme, demasiado raro… Intenté levantarla y, cuando la empujé unos centímetros, sentí que una fuerza misteriosa me tragaba hacia el centro de la Tierra. Me iba tragando lentamente. Caí hacia el vacío, sentía que me ahogaba… cuando alguien me cogió. Era extraño, nunca había pasado eso. Miré, era una persona de aspecto raro, ¿un extraterrestre? Tenía la cabeza pequeña, los ojos aún más pequeños, y lo que más sobresaltaba era su enorme cuerpo. Me eché hacia atrás con miedo y me di con una piedra en la cabeza, me empecé a marear… Cuando desperté, me sentía como si no hubiera pasado nada, no me acordaba de lo que había pasado. Estaba en una sala misteriosa, con un montón de pociones extraterrestres. Y allí, en una esquina de la sala, estaba él, mi salvador. Me quedé paralizado, no sabía qué decir y, cuando por fin me salieron las palabras, tartamudeé. Conseguí preguntar: “¿Dónde estoy?” Me contestó una voz dura y misteriosa: “No te importa” Empezó a asustarme, no sabía dónde estaba y no recordaba nada. De repente llegaron otros extraterrestres y me sacaron de esa sala. Entonces supe que venían en son de paz. Me ayudaron a levantarme y con un extraño aparato me curaron la herida en un instante. No sabía cómo reaccionar ni qué hacer. Empecé a hacer preguntas estúpidas, ¿de qué planeta sois?, ¿qué hacéis aquí?... Había ya cinco de ellos. Cada uno de ellos me dijo su nombre, Zhark, Argos, Gasser, Hylos y Hayabusa. Me contaron que su planeta había sido destruido por un malvado alien llamado Conquistador y que buscaban un nuevo hogar. A su vez me preguntaron si podía ayudarlos a buscar al destructor de su planeta. “Yo soy un niño que no sirve de nada, ¿cómo os voy a ayudar?”, contesté. “No”, me respondieron, “tienes poderes porque antes de ser destruido nuestro planeta, se los pasamos a un ser vivo, y ese eres tú. Este es el tiempo de la venganza”. Pedí entonces que me contaran la historia de su planeta. Se negaron rotundamente. En ese momento llegó otro ser que descubrí como Conquistador. Llegó enfurecido, lanzó fuera de allí a los cinco extraterrestres que me acompañaban y se dirigió hacia mí. Me obligó a formar parte de su séquito amenazando a mi familia. Llevo ya seis años así. Si alguien lee esto, que mande ayuda.



En espiral       3º ESO

Miré hacia un lado y hacia el otro y me di cuenta de que aquello era desconocido para mí…. Raro, dado lo mucho que conocía yo. Había algo, me quedé extrañado, quieto, no sabía si era un peligro acercarse o moverse. ¿Me atacaría? Tenía una figura extraña, apenas se apreciaban detalles, estaba oscuro y no poca luz no llegaba a alumbrar. De manera discreta fui dando pasos cortos. Entonces el ser se movió. Aterrorizaba. Los ruidos que hacía al moverse me asustaron. Se oían pasos. Noté que se había cerrado la puerta de la habitación: estaba encerrado. Estaba asustado, no entendía nada, no sabía qué hacer… percibí a alguien cerca de mí, que se acercaba. Inesperadamente se encendió una luz, aunque apenas conseguía iluminar aquel espacio. Parecía una cárcel, un calabozo donde hubieran estado otros prisioneros. Estaba solo, pero los ruidos no cesaban. Entré en pánico, estaba paralizado; la luz empezaba a moverse a mi alrededor. Con un esfuerzo sobrehumano conseguí alcanzar la pared. Un ruido atronador me hizo taparme los oídos. Grité también. Cuando se me acabó el aire, abrí los ojos. Una silla, sobre ella una carta: “sigue estas pistas y conseguirás ganar el juego”. La primera me hablaba de un baúl que contenía una segunda carta. Casi palpando las paredes di con él. “Mira donde no te fijarías”. Mucho tiempo había perdido antes, ¡había una ventana! La alcancé y a través de ella conseguí escapar. Corrí y corrí hasta llegar  un acantilado. Me senté, suspiré y vi que aquel sitio me era familiar…



La huida       4º A ESO

Miré hacia un lado y hacia el otro y me di cuenta de que aquello era desconocido para mí…., nunca imaginé encontrarme con algo tan espantoso como era aquello. Pensé que sería diferente, que me ayudaría a superar mis miedos, a mejorar como persona. Aquello tan espantoso estaba allí, mirándome. Era algo nunca visto, parecía una bestia. Pero no lo veía bien. Había un lado iluminado e intenté salir por allí, pero estaba paralizado, no podía moverme. Le miré directamente a los ojos. Eran rojos, sanguinolentos, el ceño fruncido. Debajo unos dientes afilados como garras, feroces como de lobos. Las milésimas de segundo parecían horas. La bestia se movió, se acercaba a mí. No sabía qué hacer, ¿qué querría?, ¿matarme?, ¿tal vez era inofensiva? Luego decidí acercarme más a él. Fui avanzando hasta verla de cerca detrás de un arbusto. Lo rodeé. En un abrir y cerrar de ojos la bestia desapareció. Sentí algo detrás de mí: era la bestia. Sin saber qué hacer, acabé hablando. Empezó a contarme su historia… él solamente quería tener un amigo, todos le habían juzgado por su físico espeluznante, pero tenía un buen corazón que nadie había querido conocer. Con más tranquilidad, miré con detenimiento, Vi cicatrices en su cuerpo, todas ellas al huir de aquellos que querían hacerle daño. Decidimos quedar un par de veces a la semana y así sanar sus cicatrices, no las del cuerpo, sino las del corazón. Nos veíamos siempre en el mismo sitio, a las afueras, donde nadie nos podía ver. Mientras yo le curaba él me iba contando todas las veces que había tenido que huir. Hasta que un día un hombre me vio salir del lugar de nuestras citas. Me miró y se me acercó. “¿Qué hacías ahí?, ¿se te ha perdido algo?, sabes que es muy peligroso. Respondí que no era nada importante, e intenté separarme de él. Pero sospechaba algo, sabía que yo estaba mintiendo. ¿Sabía él algo de la bestia? Me fui. Él seguía mirando nuestro escondite; yo no quería que nadie le hiciera daño. Volví al día siguiente. Algo me dijo que no entrase, miré hacia arriba, vi una trampa. Parecía vieja, pero nunca la había visto. Se me ocurrió correr, sin saber a dónde. Estaba oscuro. Encontré a la bestia acurrucado. Me dijo que no se sentía bien, que se consideraba una amenaza para la gente, que solo quería estar en un sitio seguro, a salvo de cualquier peligro. Entonces se me ocurrió: buscaría un lugar alejado donde ningún humano le molestase. Buscamos por el bosque, pero… aunque encontrásemos el lugar deseado, nunca encontraría la paz que necesitaba su viejo corazón. No tendría tranquilidad por su imperiosa necesidad de huir. Decidí hacer una locura: me iría con él: yo también necesitaba paz, esa paz que sí encontraba a su lado. Hoy estamos visitando el Cáucaso. Hace años dejé de ser una adolescente alocada, sin padres, sin familia, sin hogar. Ahora lo tengo. La bestia me ha dado el cariño que tanto necesitaba. Y yo he conseguido curar las heridas de su alma.

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