¡Septiembre! ¡Un nuevo curso, una nueva aventura!
Nuestro primer regalo: los dos relatos ganadores en el pasado certamen Jóvenes Noveles.
SIN TÍTULO
En esta
dimensión las almas, antes de conseguir un cuerpo en el mundo de los vivos,
deben ver la luz y la oscuridad. Todos los años se celebra una ceremonia para
decidir si esas almas serán guiadas por la oscuridad o por la luz. John estaba
presente en esa ceremonia con un montón de almas esperando un cuerpo. Todos
tenían el aspecto de estar en mitad de la pubertad; pues es cuando más
preguntas se hace el alma sobre qué camino debe elegir.
Todos estaban
muy tensos, pues si eran elegidos por Sombra, la reina inmortal que controlaba
las sombras, verían lo horrible de un humano y sus almas solo desearían muerte.
Pero si los elegía Estrella, la reina de la nueva generación de la luz, les
demostraría lo hermoso que puede ser el mundo. Sombra tenía el aspecto de una
adolescente a la que la obligan a estar en un sitio por la fuerza, mientras que
Estrella tenía una mirada dulce y cariñosa. John rezaba para que Estrella la
eligiera. Él era un chico que nunca había oído sobre ese mundo humano y, ya que
iba a vivir allí, le apetecería que le enseñarán lo bueno de este.
-Va a comenzar
la ceremonia. Dijo una voz que nadie sabía de dónde venía.
Estrella y Sombra se acercaron a la línea de almas que
esperaban ansiosos.
- Si no estáis
conformes con nuestra elección me temo que no podemos hacer nada- dijo.
Estrella tenía una voz armónica
- ¡Ojalá
pudierais todos venir con las luciérnagas y conmigo! Ojalá a tus antepasados
se les hubiera ocurrido un mejor nombre que luciérnagas para tus secuaces...
dijo Sombra. Y por primera vez vi a Estrella con una chispa de desprecio en sus
ojos. ¿La bondad puede sentir desprecio? De repente Sombra y Estrella me
miraron sorprendidas. Sombra se me acercó y dijo: Desde ahora
te mostraré el reino de las Sombras y el mundo de los humanos acorde a nuestras
reglas. Bienvenido a la oscuridad, alma llamada John>.
John lo único que pensó fue: < ¿qué he hecho?>.
El reino de las sombras... No era tan malo como todo el mundo
creía. John conoció un grupo de sombras adolescentes que podían pasar por almas
normales y corrientes (excepto porque eran de color gris oscuro). Pero lo que
más le sorprendió es que nada más llegar al reino de las sombras, Sombra se
relajó, rio, bromeó y le enseñó el reino... Todos parecían seres humanos; ¿no
se suponían que tenían que representar el mal?
- ¡Oye, John!
dijo Ginny.
- ¿Qué pasa?
- Pues que te
tenemos que enseñar el mundo humano, idiota. Jajaja. - Rio Ginny. Era algo así
como una hermana para Sombra, pues fue la primera sombra que creó (aunque tenía
el aspecto de tener 17 años). De repente a John se le pasó una idea por la
cabeza; si ella fue la primera sombra creada, entonces, ¿quién creó a Sombra?
- ¿Dónde estamos? preguntó
John. Estaban en una calle, enfrente de un paso de cebra. La gente que pasaba
no los miraba.
- John,
relájate hombre, dijo Marco. También era cercano a Sombra, aunque pareciera
que la odiara. solo vamos a hacer la rutina de cada selección de la
ceremonia... Es decir, vamos a demostrarte cómo de cruel es la vida y, por
supuesto, también cómo de crueles somos nosotros, dijo Peter con una sonrisa
siniestra. Todos los demás le acompañaron con risas y la mirada tenebrosa de
Sombra.
De repente, todo el volumen del ruido disminuyó un poco y se
oyeron con claridad las voces de dos chicas.
- Tengo que
hacer un trabajo sobre la batalla de Lepanto y no sé cómo empezar...
-¿No será el
manco de Lepanto?
- Ese es
Cervantes, idiota. Él solo participó.
- ¡Eh! En algo
he acertado ¿no?
Las dos iban a cruzar el paso de cebra cuando una se quedó en
el bordillo atándose los cordones, la otra siguió y al darse cuenta de que su
amiga se había quedado rezagada se paró en medio del paso de cebra. Sin ningún
aviso un coche, a una velocidad increíblemente rápida, atropelló a la chica que
esperaba pacientemente a su amiga. John se quedó paralizado por lo que acababa
de ver, pero lo peor de todo es que John percibió una figura al lado del cuerpo
de la chica atropellada. Casi se queda sin aliento. Era una mujer con la piel
de color azul cristal, huesuda y con ropas rotas. Lo más tenebroso de todo eran
sus ojos, pues estaban cosidos con un hilo negro que le impedía abrirlos.
También llevaba una caja de música en la que estaba escrita la palabra muerte
en varios idiomas. De repente, la mujer empezó a girar la palanca que producía
una música terrorífica y lenta. Como si aquella música tuviera algo que ver, un
hilo de brillante color verde salió del cuerpo de la chica, se metió dentro de
la caja; salió por la palanca; recorrió los brazos de la mujer y se metió
dentro de aquellos ojos cosidos. La
Muerte se acababa de llevar el alma de aquella chica.
John intentó huir. No podía creer lo qué acababa de ver. La Muerte en persona. Quiso
correr calle abajo pero Sombra se lo impidió.
- ¿A dónde
crees que vas? dijo con un brillo oscuro en sus ojos. Solo es La Muerte... Ah, es
verdad, que tú eres mortal. Se me olvidaba. Y no te escaquees, que ahora toca
el sufrimiento de la vida ante la muerte. Jajaja terminó con esa risa
tenebrosa que tanto intimidaba a John. Y como si esos ojos tenebrosos lo
consumieran, toda la calle se quedó a oscuras.
Aparecieron en una
habitación por la noche. John no sabía dónde estaba hasta que vio que en la
cama descansaba una chica. La amiga de la chica atropellada.
- ¿Qué hacemos
aquí? preguntó John.
No hubo respuesta, pues aquellas sombras que le habían caído
tan bien cuando llegó, ya no existían. Estaban mirando a la chica cómo si fuera
un trozo de carne y ellos hubieran estado un año sin comer. Sombra sonreía como
si viera a unos niños jugar.
- Vas a ver
cómo se hacen las pesadillas dijo Ginny. John pensaba que ella era la más
humana de todas, se equivocaba.
John no supo cómo se metieron en la cabeza de la chica pero
lo hicieron. Vio que Sombra, Ginny, Marco y Peter estaban al lado suyo. De
repente se encontraron en la calle donde habían atropellado a la chica y se
repitió la misma escena pero esta vez era más sangrienta y mucho más violenta.
Sin ningún preámbulo, las cuatro sombras se convirtieron en charcos negros y se
fueron acercando a la amiga de la atropellada y empezaron a hablarle: <Es
culpa tuya>, <si no fueras tan inútil tu amiga estaría viva>, <¿la
echas de menos?>, < ¿por qué no te unes a ella?>. La chica se despertó
llorando y ellos fueron expulsados de su mente.
- Oh, ¡mira qué
pena me das, niña! dijo Marco con un gesto obsceno. Todos rieron con una risa
dulce y a la vez tenebrosa.
- Estáis locos.
Sois unos monstruos dijo John temblando No sé cómo he acabado con unos
demonios como vosotros.
- ¿Monstruos?
¿Crueles? ¿Nosotros?- dijo Sombra con los ojos abiertos como platos, lo que la
hacía más terrorífica. Perdona pero nosotros no hemos atropellado a esa chica.
Nosotros no creamos los problemas que tiene la gente. Estas pesadillas son los
pensamientos de miedo, ira, egoísmo,... a los que nosotros damos voz. Esto que
te acabamos de enseñar son pesadillas pero ¿de dónde crees que sacamos el
“material”? Nosotros damos forma a las pesadillas dentro de la mente pero sois
vosotros, los humanos, los que creáis el miedo y creáis los verdaderos
infiernos.
John huyó de aquellos seres y fue a ver a Estrella para que
le recibiera en su palacio y así no volverse como aquellas sombras.
- Lo siento.
Pero no puedo llevarte al reino de la luz- dijo Estrella.-Ya eres parte del
reino de las sombras...Ojalá esas sombras no fueran inmortales y así podrían desaparecer-
lo último lo dijo en susurros pero John lo oyó.
De repente, el grupo de Sombra apareció. Sombra miró con
despreció a Estrella y esta hizo lo mismo a su vez.
- ¿Ya le estas diciendo
a otra alma que los humanos son seres amables y racionales que no se guían por
el poder? dijo Sombra.
- Perdona, tú
le has dicho que los humanos son crueles como demonios ¿qué razonamiento tiene
eso para cubrir un alma de pena? - contestó Estrella.
- Yo sé cómo
son los seres humanos de verdad, tu solos los has visto ¿cuánto? ¿300 años?- aquella
respuesta de Sombra tuvo qué molestar mucho a Estrella, pues ella no era
inmortal, ya que las estrellas mueren también.
De repente, de la mano de Estrella salió un rayo de luz que
se parecía a una lanza y la lanzó directa a Sombra diciendo: <Creo que el
mundo estará mejor sin ti señorita inmortal>. Pero cuando parecía que la
lanza iba a atravesarle el corazón, Ginny se puso en medio y la atravesó a
ella. Desapareció como si el viento se llevara polvo negro. Sombra se quedó de
piedra por un momento pero, al segundo siguiente, sus ojos se volvieron negros
completamente con una raja blanca como pupila.
- ¡Oh, venga!
No te pongas así. Las Sombras no pueden morir. Esa idiota solo va a estar en el
pozo de Muerte durante 100 años -dijo Estrella.- Vosotros sois inmortales y
nosotros, que somos la luz del mundo, morimos como esos humanos que ya no les
importa ser crueles o amables. Tú, Sombra, naciste de la lágrima que derramó La Muerte al darse cuenta de
que solo arrebataba vida y tú, como ser oscuro, solo haces que la gente quiera
morirse; y encima tú eres inmortal y yo, que soy la que traigo paz al mundo,
tengo que morir y ver como tú sigues tan feliz que...Estrella calló de
repente.
< ¿Y esta es la luz que se supone que es bondadosa y que
enseña lo maravilloso qué es el mundo? Creo que en el fondo sabía que esa
bondad no era nada más que una máscara y que el mundo es igual, todo el mundo
es amable hasta que dejan de actuar>pensó John. < El mundo es horrible,
enseñan a la gente a ser amable y luego solo se aprovecha de aquella gente que
pensó que algún día alguien le devolvería la amabilidad que había prestado. El
mundo no es luz u oscuridad, es negro con una capa de blanco.>
- Ya lo has
entendido, ¿eh? dijo Sombra. Y de repente, todo desapareció. Hora de ser
humano.
PESPECTIVAS,
MUEBLES Y DELIRIOS
En la oscuridad de una humilde salita, una
mesa camilla cubierta con unas sallas de tela manchega un brasero de ascuas
bajo la misma y sobre ella un candil, una pluma con su tintero, el pliego de
papel y un cenicero a la derecha en el que había apoyado un cigarro que no
paraba de consumirse y aumentar la inmensa nube de humo que amarilleaba las
paredes y el techo aparte de dejar impregnado el aroma en todos los visillos
y sobre todo en el tapete situado bajo
el cenicero.
Dentro de esta misma sala, al lado justo de
dicha mesa se hallaba un sitial muy viejo, tenía la tapicería sucia y comida
por las polillas al igual que las patas y los brazos estaban llenos de agujeros
de los que continuamente caía serrín por el destrozo de la carcoma. Encima de
este sitial había un hombre sentado en oblicuo por lo que no pude distinguir
quién era, solo pude observar una cara alargada, pelo corto, un bigote bastante
poblado, con una túnica negra y una gran y hermosa gorguera. Estuve analizando sus
movimientos durante un largo rato y pude observar que en ningún momento hizo
amago de usar la mano izquierda, según escuché noches anteriores en uno de sus
delirios, presenció la Guerra
de Lepanto y en ella fue herido y tuvo dichas secuelas.
En esta misma habitación justo al fondo,
donde apenas llega la luz del candil, se podía distinguir un precioso secreter
o bureau muy dañado por la humedad de aquel lugar y como no también carcomido. El bureau estaba
repleto de papeles con manchurrones de tinta, pero a pesar de la escasa luz y
de la cantidad de humo puede leer varios títulos de aquellos montones, entre
ellos: “El licenciado vidriera” o “La Galatea”.
El hombre estaba inquieto, nervioso, tenía
la intuición de que el libro que tenía entre las manos llegaría muy lejos, y el
sería su autor. Probablemente fuese su mejor creación pero también su mayor
perdición, con perdición me refiero a locura. Digo lo anterior porque seguí
observando y en tan solo dos noches su cuerpo reflejaba todo lo sufrido en la
vida, era incapaz de ponerse en pie, de prestar la atención.
Durante las noches gritaba cosas
incoherentes, extrañas. Una noche aseguraba que en esa misma habitación había
dos sombras, a las que hablaba a menudo y se dirigía como Rodrigo de Cervantes
y Leonor de Cortinas. Otras noches aseguraba que en esa sala había hombres
vestidos de negro que querían llevárselo, ¿A dónde?, era mi pregunta...
Una mañana el gallo sonó, este individuo
que aún no reconozco se levantó y se dirigió a la calla donde vació la zafa
bajo el grito de “AGUA VA”, se aseó y salió a dar una vuelta por la calle León
de Madrid buscando inspiración para sus libros, sin ninguna idea y después de
estar toda la mañana andando, se detiene en la esquina entre la calle nombrada
anteriormente y la calle Francos, justo frente a su portal y entra, tiene ansia
de comer, sus tripas crujen y su mente solo piensa en cuál sería la comida que
ese día Catalina de Salazar había elegido.
Después de comer, se dirigió hacia la Iglesia del Convento de
las Trinitarias Descalzas, para orar un poco y seguir buscando la inspiración
de la segunda parte de uno de sus libros que había sido distorsionado por Alonso
Fernández de Avellaneda, tenía pensado continuar la historia de manera correcta
pero a la vez vengar la estupidez que cometió ese tal Avellaneda.
Después de un gran esfuerzo mental, que
repito le pasará factura, aunque no más que el azúcar, finalmente pudo publicar
la segunda parte de su libro dejando al otro escritor en un su sitio y a los
personajes del libro de tal manera en que la historia no se pudiera continuar,
es decir acabó con la vida del protagonista.
Este hombre del que llevo hablando toda la
novela, del que conozco muchos detalles y características de su vida y su día a
día, y aun así no soy capaz de averiguar quién es, estaba llegando a sus
últimos momentos, volvió a la humilde habitación en la que había empezado la
historia, se sentó en ese sitial carcomido, frente aquel bureau y atizó el
brasero. Sabía que la enfermedad que le habían detectado era inestable, ya que
no podía generar suficiente insulina para hacer frente a los azucares
incorporados al cuerpo, como ya intuís tenía diabetes.
Sintió que eran sus últimos momentos que la
vida se consumía más rápido que el cigarro nombrado anteriormente, que no
conocería su fama, aunque tampoco la buscaba.
Tenía la necesidad de dejar de ser un hombre tan sabio, porque
según él todo hombre que lleva la sabiduría, la inteligencia, el arte a un
punto en que condiciona su vida, ya no es sabio, está loco, enfermo…
El 22 de abril de 1616 cogió un pliego de
papel, humedeció el ombligo inferior de la pluma con tinta y empezó a escribir
una reflexión de su vida, una reflexión rara, que solo él entendiese, algo que
nunca saldría publicado, al menos físicamente, porque en los sueños todo,
absolutamente todo es posible…
Minutos más tarde la pluma cayó al pliego
corriendo la tinta, lentamente su cuerpo se desplomaba, empezó a jadear, su
cara se llenaba de impotencia por intentar pedir ayuda y no tener fuerzas, su
tez cogía un brillo similar al de la cera y segundos después un suspiro
fulminante acabó con él.
Los delirios volvieron a comenzar, ¿os
preguntaréis cómo puede ser esto?, pues en la literatura todo es posible. Esta
vez los delirios venían del mundo de los
vivos y el escritor los tenía dentro de un humilde ataúd enterrado en la Iglesia de las Trinitarias
y en el mundo de los muertos…
¡Que tengamos todos un buen curso!