(Texto propuesto) Todos estaban esperando en el andén, mirando de frente como una masa de
autómatas. Día tras día. La muchacha se aproximó a la línea amarilla. De
refilón logró ver a la otra chica, la que cada día coincidía con ella, la que
parecía observarla con un disimulo mal logrado. Giró la cabeza. En el luminoso
anunciaban tres minutos para la llegada del siguiente tren. Miró su reloj en la
muñeca. Le quedaban 25 minutos para llegar a clase. Se separó del andén y
volvió a observar a su derecha. La chica se había separado también.
Inesperadamente, alguien pasó corriendo entre sus propios pies y el límite del
andén. Se sobrecogió. Eso hizo que pensara en que estaba demasiado alterada y
que no era bueno. Debía hacer algo. Seguir así más días era absurdo...
(Continuación de Diego Orozco) ...Entonces a un instante de que el tren llegara a la estación, la
chica que se encontraba a su lado se dejó caer a las vías del metro. A nadie le
dio tiempo de reaccionar ante la escena. Nuestra protagonista solo pudo sentir
las gotas de sangre que tocaban su rostro como una suave lluvia. En un solo
instante toda la estación se inundó de gritos y pánico. Natasha, nuestra
protagonista, se encontró de pronto en el suelo, arrodillada, estupefacta ante
el cadáver medio desmembrado de aquella chica que ni siquiera conocía;
mientras, de sus ojos brotaban lágrimas. Las autoridades que se encontraban
atendiendo tan grotesca situación, intentaban levantar a Natasha del suelo y a
la vez se encontraban limpiando los pedazos de la fallecida de las vías…
(Cierre del blog) Esas eran las
imágenes que la muchacha llevaba días soñando, solo que la mujer cuyos restos
retiraban... ¡era ella misma!
CHICOS, YA TENÉIS EL SIGUIENTE
TEXTO PUBLICADO.
¡A POR ELLO!